viernes, 12 de octubre de 2012

La cara Bela



Fue en el año en que la hostería cerró sus portones cuando tuvo la redonda idea de salir a los mares. Le llegaban cartas de navegación  por correo y con ellas dibujaba, la mayor parte de las noches, geografías imaginarias. Cinco años atendiendo la hostería le dejaron buenos ahorros que utilizó para encomendar a un buen carpintero la embarcación que le permitiría descubrir una nueva ruta para su monótona existencia.

Zarpó un día de viento suave y sostenido. Como no era muy grande su barca las provisiones eran limitadas. Sabía que si seguía con rumbo al este encontraría alguna tierra prodiga para reabastecerse.

Durante dos meses estuvo navegando en círculos sin ver tierra, ni cercana ni lejana. No tuvo oro, ni plata. No corrió sangre y exhausta regresó a su punto de partida pensando que el mundo era redondo.

Desde entonces se le miraba en los parques contando la historia de su viaje por unas cuantas monedas. Para acrecentar su infortunio a las gentes no les gustaban sus historias porque no había salvajes, ni sangre, ni oro, ni plata.

La cara Bela sin dejar que su vida hiciera agua,  ahora inventa historias de amor para los despechados, con un éxito envidiable.

Sergio Astorga
Tinta/papel