lunes, 7 de octubre de 2013

Caminar sordo


De la provincia, desarmados, con sus cuerpos de espanto y sus coronados pensamientos colgados del cielo, caminaban por la avenida, como quitados de la pena. Todos amarillos, con sus vestimentas en negro y con algunos iracundos recuerdos de vida saliéndose del bolsillo de la camisa. Caminaban.

-¡Buenos días! decían a coro cuando pasaban junto a otros viandantes.

No  recibían réplica, todos iban en lo suyo. En su cabeza cada uno se fabricaba un día.

- Te dije que las ciudades son frías – reclamaba el que vestía un poncho con grecas rojas.

- Son frías por tantos secretos que guardan y el más grande esta hecho de miedo- fue el  veredicto del que tenía la cara ancha.

Rondaban.  Abrían los ojos como queriendo apresar cada imagen. De donde venían, quedaban sólo grandes extensiones de tierra torcida. Abandonada por el agua, los insectos reposaban marchitos en las casas vacías.
Fragmentados salieron. Tal vez nunca podrán unirse esos fragmentos, por eso dan vuelta sobre vuelta por las mismas calles como si escribieran un dictado mortal.

- Estas calles me taladran los ojos

- Mis huesos siguen unidos al encuentro.

Las huellas que dejaron a su paso son anónimas. Ninguna palabra  los recuerda. La entrada y la salida no van a ninguna parte. No te asombres si un torrente de sordera queda  como rama seca en las calles que camines.

Sergio Astorga Acuarela/papel 20 x 30 cm.