miércoles, 25 de marzo de 2015

Ni gallo ni caldo para el cazo


A este gallo lo queríamos hacer caldo, que para eso Doña Juana tiene una mano experta. Pablo y yo lo correteamos toda la mañana. Con movimientos diestros huía como si estuviera hecho de consonantes de la fuga. Lo vimos en reposo, Pablo por un lado y yo por el otro, tratamos de apañarlo. Burlados y con el alma escondida y con gemido nos sentamos para mirar al gallo vanidoso, que rascaba la tierra enviando el mensaje burlón de su figura.
No sabíamos que ese gallo era pendenciero. Doña Juana con el cuchillo de cocina en la diestra, maldecía con siniestra mirada nuestra torpeza. 
Un caudal de rasgos matemáticos parece dibujar en la tierra en tanto canta, ¿será tal vez que este gallo es la encarnación del pitagórico cuidado?
A Pablo y a mi, nos queda el destierro, que si no corremos, Doña Juana nos deja con el pescuezo partido.
Ni crean que hay moraleja, cuando no se puede no tiene caso aderezar el caldo.

Tinta/papel