sábado, 13 de junio de 2015

Constancia


Nacida en el año dos conejo, de carnes prodigiosas y cejas perfiladas y oscuras, Constancia concentraba su secreto en una gran pecera. Sus cabellos siempre fueron líquidos y sus muslos resbalosos musitaban la memoria de mejores escenarios. Desobediente, nunca soporto a los hombres estúpidos ni a las mujeres argüenderas. Su madre quería que fuera enfermera, por eso de sus humedales que según ella, calmarían los dolores del sediento. Pronto se dio cuenta que su madre sólo quería explotar el manantial de su entrepierna, por eso salió de casa a temprana edad, a los 16 años, edad que ya reflejaba su debilidad acuática.
Deambuló por calles y tardes calurosas como una moderna fuensanta. Indecisa, un olor que venía del mercado de San Juan le arrebato el aliento. En una pecera, un pequeño tritón se pegaba al cristal como suplicando su liberación. Constancia, tomó la pecera y salió corriendo.
Lleva meses acariciando al tritón. Poco a poco permanece mas tiempo en la pecera. El tritón se impacienta, quiere irse al mar, ella lo retiene a besos.
Pertinaz y obtusa nunca se ha abandona a la tristeza. Así es la Constancia.