miércoles, 20 de diciembre de 2017

De pluma fina


Cuando le preguntaron dónde había nacido, sólo pudo responder que fue la mañana de un agosto en el que el gallinero de su padre tenia cuarenta ponedoras de pluma fina. Yo salí, nos cuenta, tirando para gallo, pero mi padre me capó por el miedo que tenía de que el negocio se fuera a pique. Los inspectores hicieron las mismas preguntas que ustedes me hacen: ¿está seguro que nació de un huevo? Mi padre les enseñaba el recibo de la Compañía Incubadora. De como rompí la vitrina y todo el gasto que tuvo que hacer para reponer, la vitrina y todos lo polluelos que se malograron. Sin embargo, nunca me lo hecho en cara, bueno, en el pico, y me trató como mis hermanos, con cariño y desapego. Me daba mi maisito y me picaba sardina o plátano y lo mezclaba todo como si fuera una sopa. Por eso crecí bien y estoy saludable. Mi madre nunca me aceptó, le daba vergüenza, yo creo, verme picotear por todos lados, pero una vez la vi esparcir por el suelo ese maíz grande y blanco que tanto me gustaba. Ustedes puede hacerme las preguntas que quieran para saciar su morbosidad, pero, una cosa si les digo, tuve maestros  particulares que me enseñaron todo lo que ustedes presumen y soy copetón de pluma fina. Ustedes dirán.